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¿Alguien preferiría que estuviera preso?

Domingo 26 de septiembre de 2010 Por: María Isabel Rueda

Si hubieran cogido a 'Jojoy', habría tocado soltarlo, pues su captura estaría por fuera del horario permitido por la ley

¡Algo muy feo tiene que haberse hecho de la vida para que todo un país considere un gran día el de la muerte de uno! En este caso dicen que fueron más de 20.000 muertos. 

Y con 'Jojoy' en una cárcel, corríamos el riesgo de que lo soltaran a las pocas horas, porque su captura se habría producido a la una de la mañana, y no, como lo permite el código diseñado por los geniales cerebros garantistas del sistema penal acusatorio, en el horario permitido para hacer capturas en Colombia, que es de seis a seis, dizque para proteger a los inocentes.

Tras la muerte de 'Jojoy', nos falta todavía liberar a 13 militares y 7 policías, veinte servidores públicos en total, y no se sabe bien a cuántos particulares, que aún permanecen secuestrados por las Farc. Por eso quiero hablarles hoy de los errores que hemos cometido y que han colaborado en agravar la incidencia del delito del secuestro.

Leyendo el libro de Íngrid Betancourt, encontré la prueba de dos evidentes. 

El primero. Que ninguno de nosotros se puede tomar la vocería de los secuestrados. Ni siquiera sus propios familiares, por más de que la de ellos esté temporalmente silenciada o, más aún, precisamente por ello, para exigirle al Gobierno que no intente un rescate militar.

No tenemos ese derecho. 

Escribe Íngrid: "Todos los días rezaba por que se llevara a cabo un operativo militar, aunque fuera grande el riesgo de morir. (...) Era el derecho a que me defendieran".

Mientras eso pensaba Íngrid, su madre y su hermana recorrían el mundo despotricando contra el Gobierno colombiano, que no descartaba esa posibilidad. Una de las revelaciones del libro es que durante años escondió en una costura del codo de su chaqueta una carta en la que varios secuestrados consignaron su acuerdo para un rescate militar.

El segundo. Desde hace rato vengo dándole vueltas a la teoría de que los periodistas no debemos publicar pruebas de supervivencia de los secuestrados, y que ellas deben llegar solamente a sus familiares y servir para que las autoridades las utilicen con fines de inteligencia.

Hay que evitar a toda costa que terminen siendo material propagandístico de las Farc, lo que es la razón para la cual se fabrican, mediando meses, hasta años de silencio, con la consiguiente crueldad que implica la incertidumbre de los familiares, para valorizarlas más.

En el relato de Íngrid es evidente que, antes de los videos que les tomaban a los secuestrados para realizar dichas pruebas de supervivencia, los cebaban unos días antes con alimentos que normalmente no les llegaban; les facilitaban elementos de aseo de los que los mantenía privados, y a las mujeres hasta maquillaje para que cubrieran las cicatrices de la selva. Eso, para evitar que las pruebas de supervivencia se les devolvieran y que, en lugar de ser pruebas de vida, lo fueran de los preámbulos de la muerte, como es en realidad un secuestro. 

Más diabólicamente aún, en cualquier ocasión en la que los secuestrados tuvieran un momento de esparcimiento, por ejemplo con ocasión de una pequeña fiesta en medio de las inclemencias del secuestro, una cámara oculta de algún guerrillero estaba filmando.

¿Se imaginan por un momento que hubiera aparecido un video de Íngrid Betancourt bailando con un guerrillero o aun con otro secuestrado? ¿Qué medio se habría abstenido de publicarlo? 

Y lo peor: ¿Quién la habría perdonado? Por mucho menos está crucificada...
Las pruebas de supervivencia de los secuestrados son unas trampas publicitarias que a los medios nos tienden las Farc. 

Brindémosle a la memoria de 'Jojoy' el propósito de seguir intentando el rescate de los nuestros. Y de no volver a caer en la trampa de la publicidad que buscan con la promoción de su mercancía humana.

¡SE ME OLVIDA! ¿Será cierto que la conclusión del reciente encuentro de los liberales es la de que Santos... ¡está gobernando gracias a ellos!?

María Isabel Rueda

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