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La opinión no es tonta

27 de Noviembre del 2010 | Opinión  | Por Nicolás Uribe Rueda

HAY QUIENES TODAVÍA ASEGUran que el éxito del presidente Uribe durante los pasados ocho años se debe a dos factores.


Por un lado, a la estupidez de los colombianos que vivieron casi hipnotizados por su carismático populismo, y por otro, a la habilidad sorprendente del ex presidente para manejar los medios de comunicación a quienes utilizó a su antojo. Según estos “analistas”, el gobierno de Uribe fue peor que el más malo entre todos los del bicentenario, aquel en el que hubo más violencia, menos libertades, enormes limitaciones a la iniciativa privada y casi ningún avance en materia social.

Por ello, los enemigos de Uribe y de su agenda, se opusieron a la candidatura del presidente Santos. Lo acusaron de continuista, de ser culpable por ofrecer al pueblo colombiano en su campaña la prolongación de un gobierno que ellos consideraban un verdadero esperpento, una ofensa. Hicieron todo cuanto pudieron para desprestigiarlo. Lo tildaron de corrupto, lo denunciaron por los falsos positivos y buscaron asociarlo a la clase política tradicional.

Sin embargo, luego de la paliza electoral y del cambio de gobierno, los antifuribistas (que también existen) se olvidaron de sus odios heredados, repensaron su estrategia, se tragaron sus propias palabras y ahora andan tratando, sin reparo alguno, de acercarse al Gobierno, con el único propósito de apropiarse de los logros y virtudes de su agenda política, la misma, que hace apenas un par de meses calificaban con los peores adjetivos.

Y es que la indefinición ideológica en la que viven los actores políticos de nuestra democracia es lamentable. Pero sobre todo, lo que pone en evidencia este episodio, es la pobreza creativa para construir alternativas que resulten atractivas a los ciudadanos y triunfen en las urnas. Lamento tener que decirlo, y con sinceridad confieso que trato de no ofender a nadie, pero por más vueltas que dé la política, por más esfuerzos que se hagan para presentar ante la opinión lo que sucede, no resulta fácil explicar y mucho menos entender, cómo, quienes hicieron cerrera oposición a un gobierno al que atacaron por sus posiciones, se suman y aplauden ahora a quien lo continúa, argumentando para justificar su comportamiento, un cambio de estilo y modificaciones en algunos de sus contenidos.

Pero lo que ya no resulta serio es que los conversos quieran presentar al gobierno Santos como el ejecutor más fiel de las políticas que defendía la oposición de antaño. Es decir, que en las elecciones presidenciales los que perdieron no perdieron sino que ganaron y los ciudadanos sin darse cuenta votaron por el cambio y no por la continuidad, como fue el caso. Yo he visto buenas maromas en materia política, pero esta voltereta me parece un exceso, una maniobra que la opinión no va a creer, principalmente porque no es tonta, como creían hasta hace poco algunos cuantos.

Twitter: @NicolasUribe

El Espectador-Colombia

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