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Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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La defensa de Uribe se oirá

19 de Junio de 2011 | EDITORIAL | Por: EL COLOMBIANO


Lo que debió haber sido una diligencia de versión libre, pública por solicitud del interesado, se volvió un inmanejable enredo en manos de los inexpertos miembros de la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes. Los contradictores del ex Presidente combinarán los atajos procesales con la artillería ideológica, en su búsqueda de criminalizar las ejecutorias del Gobierno anterior.
Perplejidad, en los primeros momentos. Incredulidad, según iba avanzando la diligencia e intervenían los abogados. Indignación, cuando los representantes a la Cámara miembros de la Comisión de Investigación y Acusación, notoriamente confusos y despistados, aplazaron indefinidamente la versión libre del expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Estos sentimientos generados tras la fallida audiencia, se confunden con el hartazgo que va produciendo en muchas personas la judicialización de asuntos que no deberían sobrepasar el ámbito político. El evidente afán de convertir los actos del Gobierno pasado en hechos punibles es una vieja pretensión que los contradictores de Uribe siempre han cultivado con esmero.

Contra el ex Presidente se han presentado toda clase de denuncias penales, que por su fuero deben comenzar su trámite en la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes. No es un secreto para nadie que ésta es una institución cuya histórica inoperancia la hace digna de todo el descrédito con el que carga. Erigida por la Constitución como administradora de justicia en ciertos casos especiales, no ha podido determinar si actúa como órgano jurisdiccional o como instancia de representación política para procesos de esa naturaleza.

Y esa confusión se hizo patente el pasado jueves, ante la impericia jurídica de unos atolondrados miembros de la Comisión que no sabían si actuar según los lineamientos del Código de Procedimiento Penal, como en un trámite ordinario, o como moderadores de un careo político, en el que los antagonistas del procesado buscan dar en la diana con el comentario más ofensivo e insultante, para sacar de casillas al imputado.

Es evidente que los apoderados de quienes dicen ser víctimas combinarán, procesalmente hablando, todas las formas de lucha. Cuando les convenga argumentarán el inciso, el parágrafo, la recusación, la objeción al orden del día. Cuando no, acudirán a la instrumentalización política para imponer tesis que, de tanto repetirlas, confían en que serán asumidas como ciertas por la opinión pública, de acá o de afuera.

Como aquí conocemos el contexto, podemos discernir esos objetivos y denunciarlos. Afuera, en cambio, el presidente Uribe tendrá que seguir aplicándose -nos consta que no le rehúye a ese reto- para explicar con paciencia qué hizo su gobierno, a quién neutralizó militarmente, a quiénes liberó de un yugo infernal, y a quiénes recuperó zonas de libertad.

Sabemos que están confluyendo odios profundamente arraigados en sectores de la izquierda -no sólo la radical- contra la figura, la gestión, la ideología y el legado político del ex Presidente. El jueves, pudieron impedir que escucháramos lo que iba a ser, con seguridad, una vigorosa defensa. Defensa que deberá combinar, ciertamente, lo jurídico y lo político, lo probatorio y lo ideológico, lo procesal y la gestión de todo un Gobierno.

Y no estaría de más, por cierto, que algunos escuderos de su Administración le ayudaran en su propósito y abandonaran la comodidad del discreto retiro para enfrentar conjuntamente el embate que, casi en solitario con sus dos abogados penalistas, viene enfrentando Uribe Vélez.

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