8 de enero de
2012 | OPINIÓN | Por: FRANCISCO SANTOS
Ojalá esos conocidos analistas y esas ONG que tienen un solo objetivo, Álvaro Uribe, no caigan en la trampa de darles piso político a ‘los urabeños’ al graduarlos de paramilitares.
Mal precedente el del exitoso
paro armado del grupo mafioso ‘los urabeños’ de la semana que hoy termina. Y
floja la respuesta del gobierno al no responder a la acusación de asesinato de
alias Giovani y al subestimar la capacidad de intimidación de este grupo.
Hay quienes desde el facilismo del análisis y con claras intenciones
políticas quieren hacer ver a ‘los urabeños’ como un grupo paramilitar. Es una
equivocación caer en esa trampa pues al errar en la tipificación del fenómeno
se equivoca en la respuesta.
‘Los urabeños’ son un fenómeno criminal que surge cuando hay un vacío de
poder en el control de la ilegalidad como el que se dio en el país tras la
desmovilización de los paras y la extradición de sus líderes. En Guatemala y en
El Salvador sucedió algo similar tras los tratados de paz. Los negocios
ilícitos no se esfuman así como así y la capacidad instalada criminal no
desaparece de un día para otro. Se transforma.
El comunicado que envían, lleno de errores gramaticales y profundos
vacíos conceptuales, deja de todas maneras entrever una búsqueda de identidad
más allá de la característica mafiosa que hoy tienen. Hay un riesgo, pues de la
mirada primaria del comunicado a un discurso ideológico sólo hay un corto
trecho que recorrer y que otros ya han recorrido.
Por eso no hay que equivocarse en la caracterización del fenómeno pues
le puede dar paso a la auto justificación de la lucha que quieren lograr ‘los
urabeños’. El lenguaje se convierte así en un instrumento vital de
confrontación. Ojalá esos conocidos analistas y esas ONG que tienen un solo
objetivo, Álvaro Uribe, no caigan en la trampa de darles piso político a ‘los urabeños’
al graduarlos de paramilitares. No, son un grupo mafioso inmensamente peligroso
para la sociedad colombiana que amerita una respuesta militar pero
especialmente policial y judicial. ‘Los urabeños’ son más parecidos a una cosa
nostra o una ndrangetta en esteroides (por su capacidad armada) e incluso a las
maras centroamericanas que a los paramilitares que surgen de la debilidad del
Estado con complacencia social y unas instituciones armadas que por lo menos se
hacían los de la vista gorda.
Acá hay un fenómeno de reto al Estado, a las autoridades e incluso a la
sociedad donde habitan y conviven. Son algo más insurgente, por ponerlo de
alguna manera, que los paramilitares que fueron casi siempre contrainsurgentes.
¿Y la respuesta? Así como con la Justicia sin rostro se enfrentó la
violencia de Escobar hay que buscar una Justicia dura, implacable y rápida que
hoy no existe. Una Justicia especializada en mafias donde hasta el que hace la
llamada por pertenecer a un grupo acaba largos años en prisión. Hoy no se puede
con el andamiaje judicial que tenemos. Primero que todo se necesita una
Fiscalía adscrita al Ejecutivo que trabaje en llave con el aparato represivo
del Estado. Que tenga directrices, metas y resultados que el mismo Ejecutivo le
imponga. Que enfoque esfuerzos donde sea necesario para enfrentar un reto de
estos y que sea flexible para adaptarse a una delincuencia organizada que
aprende y cambia de accionar. Una Fiscalía además que asuma un costo político
por su acción o inacción. Hoy nada de eso sucede ni es posible. Este es un
debate que se debe dar ya. En segunda instancia se necesitan unos jueces
especializados como los que hubo en esa lucha contra el narcoterrorismo con
unos códigos menos garantistas con el delincuente.
Nos enfrentamos a un reto similar al del narcoterrismo. Nada más ni nada
menos. Por eso este paro hay que tomarlo en serio. Para que Medellín no acabe
como Nápoles o Santa Marta como Sicilia.
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