16 de enero de
2012 | OPINIÓN | Por: Aura Lucía Mera
Como en el aviso publicitario, el alcalde de Bogotá se metió en el lugar equivocado al manifestar, cuando se da inicio a la temporada taurina de la Plaza Santamaría, su posición en contra de la fiesta brava, agarrándose de un argumento por demás blandengue, como que “no va a tolerar en su administración ningún espectáculo alrededor de la muerte”.
Esta salida
en falso, totalmente extemporánea, precisamente cuando la temporada comienza,
lo único que logra es polarizar todavía más a los “anti” contra los aficionados.
Siendo estos primeros de una violencia intimidante. Recuerdo hace dos años
cuando un grupo antitaurino empujó violentamente a una amiga mía que se dirigía
a la plaza de toros. Personalmente ya me salió callo en la mente, y me importa
un bledo leer, cuando los leo, los insultos de los “anti” ante cualquier
columna que escriba.
¿Qué
pretende el alcalde Petro? ¿No tiene otras cosas más importantes en qué
ocuparse, cuando recibe una ciudad destrozada, sin movilidad, llena de
cráteres, con corrupción rampante en casi todos sus institutos, con la
violencia y la inseguridad al tope? ¿Qué quiere conseguir, lanzando estas
declaraciones como gallito de mate, cuando nadie se lo esperaba?
Una cosa es
que se dé inicio a un debate serio, bien argumentado, entre gente racional,
sobre las corridas de toros como están planteadas actualmente. A ningún
aficionado le gusta que un picador barrene al toro. Esto debería tener cárcel.
O que un torero masacre al toro a punta de estocadas mal dirigidas. El toro
merece ser lidiado con arte, y enfrentarse con bravura y casta a una muerte
digna. El toro de lidia nació para la pelea. Desde que la vaca lo pare comienza
a embestir. Una vaca de lidia jamás podrá ser ordeñada. Un eral jamás podrá ser
mascota de nadie. Un cuatreno de quinientos kilos merece llegar al redondel y
mostrar toda su casta. El toreo es un arte. Es un ballet en el que se conjugan
la vida y la muerte, tanto del torero como del toro, pero en ningún momento “un
espectáculo alrededor de la muerte”.
Personalmente
me uno al manifiesto escrito por Antonio Caballero y Alfredo Molano. Cito los
siguientes apartes: “...Como todo arte, el del toreo no es comprendido por todo
el mundo. Pero esa no es una razón para atacarlo y pretender prohibirlo con el
argumento de que es cruel, detrás del cual se esconde el simple afán de
prohibir los gustos y aficiones de los demás... El ataque a las corridas es una
manifestación violenta de intolerancia cultural y social. Así como no
pretendemos imponerle a nadie nuestra afición, exigimos respeto por nuestros
gustos y sentimientos... También nosotros somos defensores del medio ambiente y
de la conservación de las especies, que incluyen la del toro bravo, y en
consecuencia las condiciones que hacen posible su crianza y existencia...”.
No más
politiquería barata, cogiendo como chivo expiatorio la fiesta brava. Tenemos
problemas más serios, esos sí de vida y muerte. De seres humanos, de niños y
jóvenes. Esos sí son espectáculos diarios alrededor de la muerte, señor
alcalde. De los que usted se debería preocupar. Como dicen los viejos
españoles, “¡hijo, no te hagas el estrecho que te cabe un piano!”.
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