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Desorden público

06 de febrero de 2012 | COLUMNA | Por: Francisco Santos

Los éxitos se subieron a la cabeza. ‘Jojoy’ y ‘Cano’ son sin duda logros importantísimos, pero ello cambió la dinámica militar que se concentró en este foco y olvidó el control territorial.
A este Gobierno no le gusta escuchar la crítica, del temor de coger carretera o de ir a la finca.
No hay que dar más vueltas: el orden público se les está desmadrando al presidente Santos y al ministro Pinzón. Con unas consecuencias graves. La primera, que el agro se comienza a manejar a distancia otra vez, la extorsión a las empresas vuelve a ser pan de todos los días y en las carreteras se pierde la tranquilidad. La segunda, que se desmorona la confianza de los ciudadanos.
Sí, se siente con mucho más impacto en la periferia, pero ya en otras zonas de mayor resonancia mediática se habla, en voz bajita, pues a este Gobierno no le gusta escuchar la crítica, del temor de coger carretera o de ir a la finca. En ciertos círculos económicos ya se habla de inversionistas extranjeros que dejaron de venir a Colombia. Lo grave es que esto ya lo vivimos hace unos años; lentamente calentaron el agua y cuando llegó Uribe el sapo estaba casi calcinado. Nos fueron cociendo, como sociedad como país, poco a poco. Que no nos vuelva a suceder.
¿Qué está pasando? Muchas cosas. La primera que los éxitos se subieron a la cabeza. ‘Jojoy’ y ‘Cano’ son sin duda logros importantísimos, pero ello cambió la dinámica militar que se concentró en este foco y olvidó el control territorial. Si a esto se le suma que se dejaron perder dos elementos críticos, la red de cooperantes y los soldados de mi pueblo, el resultado es voladura de torres y de oleoductos, presencia guerrillera en carreteras y atentados como los de esta semana. Sin información y sin control territorial sucede lo que hoy está pasando.
Otro elemento clave para entender el desorden es que frente a la reestructuración y adaptación de las organizaciones criminales, la Fuerza Pública sigue sin innovar y malgastando esfuerzos. Un ejemplo: para la protección de torres y oleoductos pide más tropa cuando con elementos tecnológicos y pocos hombres se hace. La adaptabilidad, creatividad y aprendizaje constante que se vio en los ocho años del gobierno anterior se han frenado.
Lo que lleva al punto del liderazgo. Se pasó de la firmeza en el mensaje a las aguas tibias de la confusión. Del micromanejo y conocimiento de la geografía nacional a la delegación y la reacción tardía. Hay, no nos digamos mentiras, una relajación en la fuerza por el liderazgo desligado del trabajo detallado del día y hora el anterior Presidente. Con lo sucedido en las últimas semanas, ¿cuántos generales y coroneles habrían sido llamados a calificar servicios durante la anterior administración?
Y no podemos olvidar el elemento final de esta ecuación, la justicia. Con el fallo de Santodomingo los pilotos de la Fuerza Aérea están muertos del susto y dudan. Con el fallo del coronel Plazas arrinconaron a generales, ministros y presidentes. Con los fallos del DAS, con excepción de los de Noguera y compañía, acabaron con la posibilidad de tener buena inteligencia. Con muchos otros fallos los policías y militares rasos prefieren dejar que sucedan las cosas, pues si disparan acaban en la cárcel. Y con la persecución y acoso judicial al expresidente Uribe se manda un mensaje: la guerra jurídica la ganaron los criminales.
Recuerdo lo que me dijo Uribe cuando me pidió ser su vicepresidente: “Sólo tenemos que lograr una cosa y este país sale adelante, recuperar la confianza”. Ocho años construyendo ese sentimiento de futuro, reglas claras y optimismo que se sentía en el país, poco a poco se pierde, se desmorona, se esfuma. Qué dolor. Dolor de Patria, como dice Uribe.

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