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Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Lineamientos para una paz negociada (II)

10 de abril de 2012 | Zona Franca | Por: JOSÉ OBDULIO GAVIRIA
'Debemos darle al guerrillero un tratamiento privilegiado como delincuente político, como combatiente y como rebelde'.
Roy Barreras emprendió jubiloso la vocería de 'La unión hace la fuerza' -ver artículo del 4/4/12- y, como por ensalmo, sus acciones políticas se valorizaron:
Lo recibieron en Palacio día por medio; le asignaron (casi como fideicomisario) varias entidades públicas; y a su sede llegaron prosélitos que querían ser 'clientes' del nuevo rey Midas de la burocracia y la contratación.

-Reúnase con los que escribieron los "lineamientos para el proceso de paz y la justicia postconflicto" -le ordenó el consejero presidencial- y háganlo fuera de Palacio para que evitemos suspicacias. El proyecto de acto legislativo va a aparecer como iniciativa suya, pero Gobierno y oenegés saldremos a respaldarlo.

Al día siguiente, Barreras estaba en las suntuosas oficinas de una oenegé donde dos conocidos intelectuales lo esperaban sonrientes.

-Senador -dijo el que parecía el líder-, el presidente Santos quiere construir verdaderas bases para la paz, que comienza por reconocer a las Farc su lucha por una reforma agraria, por la reparación de las víctimas del genocidio de la UP y contra la injusta distribución de la riqueza... La insensibilidad de las élites ha impedido realizar unas aspiraciones tan justas. Santos no duda en declararse traidor a esas élites y espera que la guerrilla así lo entienda.

Barreras hizo un gesto de asentimiento y esperó más datos.

-Colombia -continuó el intelectual- tiene una larga tradición de tratamiento privilegiado al delincuente político y de negociaciones de paz. Hay que tenderles generosamente la mano a unas guerrillas desviadas pero altruistas. Recomendaremos al Presidente que el Estado reconozca -junto a la responsabilidad de los actores armados no estatales- la responsabilidad parcial histórica del Estado y sus agentes comprometidos en crímenes de guerra. Esa es una condición sine qua non para la paz con las Farc. Santos quiere pedir perdón por los crímenes que ha cometido el Estado en la lucha contra la insurgencia, como ya lo hizo con las de El Salado.

Barreras miraba con ojos desorbitados.

-¿Y los crímenes atroces?, ¿qué hacemos con ellos? -preguntó.

-Hay que ser audaces. Es una insensatez argüir, como hacían los áulicos y los intelectuales más orgánicos de Uribe, que los guerrilleros no son rebeldes sino terroristas y que el delito político es una figura perversa por cuanto incentiva la violencia. Debemos darle al guerrillero un tratamiento privilegiado como delincuente político, como combatiente y como rebelde. Y no podemos tenerles miedo a amnistías e indultos; y en general, a las salidas políticas negociadas a la guerra. Hay que derogar las normas que imponen la muerte política a los comandantes por haber cometido delitos graves en el marco de la confrontación armada.

-Esas reformas no pasarán en el Congreso -se atrevió a revirar Barreras.

- ¡Pasan! Santos tiene los votos. Olvídese, senador, de la inguandia de "tolerancia cero hacia la impunidad de los crímenes atroces". Recuperemos el balance entre memoria y olvido; y entre castigo y clemencia. Recuperemos la capacidad regulatoria del delito político.

-Pero... -intentó ripostar Barreras.

-Nada de peros, senador. Los líderes de la insurgencia prefieren morir antes que aceptar un simple sometimiento y privación de la libertad o que se les iguale penalmente con los paramilitares.
Convénzase usted y convenza a sus colegas de que no hay transacción posible entre las exigencias de impunidad de los jefes guerrilleros y las demandas de verdad, justicia y reparación del derecho contemporáneo. Y recuerde que aquí lo que tenemos que sopesar es un valor fundamental, la paz, frente a valores menores.
Y, efectivamente, ahí, mal que bien, Roy ha ido haciendo la tarea.

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