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¿Estrategia fina?

Ago15 2010| Por Rafael Nieto Loaiza

Curiosa esa euforia colectiva que a veces nos embarga. Habrá de ser, digo, porque después de tantos sufrimientos se recibe con desbordado entusiasmo cualquier cosa que, por mínima que sea, parezca mejorar la penosa situación que nos ha agobiado.

Ha pasado tras el encuentro en Santa Marta entre el presidente Santos y el Teniente Coronel de al lado.

Aplausos y vítores y optimismo irreflexivo. Me explico, no sin antes afirmar que, por supuesto, en principio es mejor tener diálogo directo y relaciones diplomáticas que no tenerlas.

Pero la historia con Chávez invita a la prudencia.

Primero, porque el pasado nos muestra una decena de encuentros personales entre el Presidente colombiano y el Teniente Coronel, que en varios de ellos se ‘pasó la página’, y que a la vuelta de unos meses surgieron nuevas tensiones.

Después, porque las razones de la confrontación entre los dos gobiernos permanecen inalterables:
  • a) La naturaleza expansionista de la ‘revolución socialista del Siglo XXI’; 
  • b) la necesidad de un ‘enemigo’ externo para unificar las huestes revolucionarias y para justificar la acumulación de capacidad militar y la compra de material y equipo bélico; 
  • c) el uso de ‘crisis’ externas para distraer a los medios y a la ciudadanía venezolana de las necesidades internas y su dinámica política; 
  • d) la naturaleza ciclotímica del carácter del Teniente Coronel, proclive a un carrusel de exaltaciones y rabietas; y 
  • e) la tolerancia y complicidad del gobierno de Caracas con la presencia en su territorio de la guerrilla colombiana y su apoyo logístico y político a la misma. 

Todos estos motivos están ahí, intactos. Ninguno, no sobra recordarlo, ha desaparecido o cambiado. El escepticismo tiene fundamento.

En esas circunstancias, ¿qué fue lo que llevó al Teniente Coronel a sentarse a manteles con quien él ha descrito como “mafioso” y “representante de lo peor de la oligarquía bogotana”? En Colombia nadie quiere preguntárselo. ¿Creerán algunos que se ha contagiado del creciente entusiasmo regional con Santos? ¿O que, como al de Tarso, un rayo divino convirtió al pecador? La candidez raya en la tontería.

Las explicaciones pueden ser varias: que el Teniente Coronel ha concluido que la ruptura con Colombia le hace daño en las elecciones parlamentarias que se le vienen encima; que la presión de Lula y de los Castro, a los que no les conviene la crisis colombo venezolana, lo obligaron a modificar, al menos de momento, su postura; que por vía de la comparación quiera despedir a Uribe mostrándolo como el culpable de las malas relaciones; o que la estrategia del Presidente saliente, tan vilipendiada y mal comprendida en nuestro país, lo haya acorralado obligándolo a reunirse con Santos y a aceptar sus condiciones.

Es probable que haya algo de todo ello, pero mi opinión es que Uribe lo puso contra las cuerdas haciendo públicas en la OEA algunas de las pruebas contra él y denunciándolo en la Corte Penal Internacional. Por improbable que sea el tránsito de esa queja en la CPI, obliga al Teniente Coronel a ser muchísimo más cuidadoso en el futuro. Uribe hizo el trabajo sucio, le allanó el camino a Santos, y para éste todo será ganancia.

¿Un resultado inesperado o producto de una estrategia concertada entre Uribe y Santos? Si así lo fuera, no lo sabremos.

Parte del éxito está en negarlo.

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