29 de enero
de 2012 | COLUMNA | Por: Rafael
Nieto Loaiza
La Fiscal nos sorprendió, para mal, anunciando la salida de Juan Carlos Forero de la Vicefiscalía. De temperamento discreto, Forero es un profesional de altísimos quilates, serio, transparente, muy bien formado en los temas penales, en los cuales está lejos de ser experta la Fiscal.
Somos nuestras obsesiones. En los
columnistas es aún más cierto. Sin que nos demos cuenta, terminamos una y otra
vez dando ronda a los mismos asuntos, monotemáticos, o casi, para fastidio de
los lectores.
La justicia es una de mis obsesiones. Quizás por deformación profesional (padezco el ser abogado), quizás porque entiendo que proveer servicios eficaces de seguridad y justicia es la justificación final de la organización estatal, quizás porque estoy convencido de que sin justicia las sociedades son inviables e inevitablemente violentas. Si el Estado no administra justicia eficientemente, el ciudadano zanja las diferencias por su propia mano o, peor, se entrega a la solución arbitraria que ofrecen los grupos armados ilegales.
Pues bien, acá estoy de nuevo, otra vez, dándole a lo mismo. La realidad del desastre no me deja escapatoria. Esta semana la Fiscal nos sorprendió, para mal, anunciando la salida de Juan Carlos Forero de la Vicefiscalía. De temperamento discreto, Forero es un profesional de altísimos quilates, serio, transparente, muy bien formado en los temas penales, en los cuales está lejos de ser experta la Fiscal. Forero, quien preparó a Vivianne Morales para sus audiencias en la Corte cuando competía por la posición, era una garantía de buen juicio y honestidad. La información que tengo, de fuentes que merecen toda credibilidad, dice que la relación entre Morales y Forero venía deteriorándose sin pausa y que Forero estaba muy incómodo con las actuaciones del esposo de la Fiscal en el interior de la institución. La academia ha recuperado en Forero un profesor excelente y la Fiscalía ha perdido un hombre justo y ajeno a la politiquería. Por cierto, el nuevo vicefiscal será el encargado de las investigaciones que se han anunciado sobre Carlos Alonso Lucio. ¿Coincidencia? Solo queda rezar porque el joven asesor que reemplaza a Forero tenga su independencia y carácter.
Al otro lado, se desató una riña de gallera dentro del Consejo Superior de Judicatura. La garrotera entre las salas administrativa y disciplinaria está para alquilar balcón. Máscara contra cabellera y vale todo, incluyendo acusaciones mutuas y ventiladas en los medios de comunicación de actuaciones que si no son ilegales sí huelen espantoso. A los espectadores nos ha quedado claro que, con valiosas excepciones, a los magistrados les encanta el turismo judicial a expensas del bolsillo ciudadano. Esa montadera en avión dentro y fuera del país los habrá hecho acreedores de doradas tarjetas de viajeros frecuentes. Y en la lista publicada de viajes faltan algunos que no fueron pagados por el erario público. No estaban, me dicen, los pagados por el benemérito Ascencio Reyes, encargado de los homenajes que se hacían entre sí los magistrados. Y supimos también que el carrusel de pensiones de magistrados auxiliares no era un rumor, sino un hecho cierto. Consiste en nombrar auxiliares por pocos días para pensionarlos con sumas millonarias. La práctica se suma a los fallos de los altos tribunales dirigidos a permitir que sus antiguos colegas se pensionen por encima de los topes que operan para todos los demás colombianos. Por supuesto, la cuenta la paga usted, amigo contribuyente. ¿Con qué cara los jueces piden después incrementos al presupuesto de la rama judicial?
¿Será que estos escándalos deciden al Congreso, ahora sí, a acabar con el esperpento del Consejo de la Judicatura?
La justicia es una de mis obsesiones. Quizás por deformación profesional (padezco el ser abogado), quizás porque entiendo que proveer servicios eficaces de seguridad y justicia es la justificación final de la organización estatal, quizás porque estoy convencido de que sin justicia las sociedades son inviables e inevitablemente violentas. Si el Estado no administra justicia eficientemente, el ciudadano zanja las diferencias por su propia mano o, peor, se entrega a la solución arbitraria que ofrecen los grupos armados ilegales.
Pues bien, acá estoy de nuevo, otra vez, dándole a lo mismo. La realidad del desastre no me deja escapatoria. Esta semana la Fiscal nos sorprendió, para mal, anunciando la salida de Juan Carlos Forero de la Vicefiscalía. De temperamento discreto, Forero es un profesional de altísimos quilates, serio, transparente, muy bien formado en los temas penales, en los cuales está lejos de ser experta la Fiscal. Forero, quien preparó a Vivianne Morales para sus audiencias en la Corte cuando competía por la posición, era una garantía de buen juicio y honestidad. La información que tengo, de fuentes que merecen toda credibilidad, dice que la relación entre Morales y Forero venía deteriorándose sin pausa y que Forero estaba muy incómodo con las actuaciones del esposo de la Fiscal en el interior de la institución. La academia ha recuperado en Forero un profesor excelente y la Fiscalía ha perdido un hombre justo y ajeno a la politiquería. Por cierto, el nuevo vicefiscal será el encargado de las investigaciones que se han anunciado sobre Carlos Alonso Lucio. ¿Coincidencia? Solo queda rezar porque el joven asesor que reemplaza a Forero tenga su independencia y carácter.
Al otro lado, se desató una riña de gallera dentro del Consejo Superior de Judicatura. La garrotera entre las salas administrativa y disciplinaria está para alquilar balcón. Máscara contra cabellera y vale todo, incluyendo acusaciones mutuas y ventiladas en los medios de comunicación de actuaciones que si no son ilegales sí huelen espantoso. A los espectadores nos ha quedado claro que, con valiosas excepciones, a los magistrados les encanta el turismo judicial a expensas del bolsillo ciudadano. Esa montadera en avión dentro y fuera del país los habrá hecho acreedores de doradas tarjetas de viajeros frecuentes. Y en la lista publicada de viajes faltan algunos que no fueron pagados por el erario público. No estaban, me dicen, los pagados por el benemérito Ascencio Reyes, encargado de los homenajes que se hacían entre sí los magistrados. Y supimos también que el carrusel de pensiones de magistrados auxiliares no era un rumor, sino un hecho cierto. Consiste en nombrar auxiliares por pocos días para pensionarlos con sumas millonarias. La práctica se suma a los fallos de los altos tribunales dirigidos a permitir que sus antiguos colegas se pensionen por encima de los topes que operan para todos los demás colombianos. Por supuesto, la cuenta la paga usted, amigo contribuyente. ¿Con qué cara los jueces piden después incrementos al presupuesto de la rama judicial?
¿Será que estos escándalos deciden al Congreso, ahora sí, a acabar con el esperpento del Consejo de la Judicatura?
Tweet |
0 comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios de usuarios anonimos llenos de odio y con palabras soéces y/o calumniadores, serán eliminados.