9 de marzo de 2012 | La Claridad | Por: Paloma Valencia Laserna
Quedamos en medio del pulso entre el Alba y los EE.UU. Y pese a los esfuerzos por eludir el asunto y los intentos por quedar bien con todos, Santos tuvo que tomar una decisión. Optó por no invitar a Cuba.
La respuesta dependerá de Correa, un presidente que ya ha sido bastante
grosero con nuestro país...
Lo que está
sucediendo con la Cumbre de las Américas demuestra que la política de no tomar
posiciones e intentar satisfacerlos a todos, era insostenible y estaba llamada
al fracaso. Una buena política exterior no es aquella que por casualidad sale
bien; es aquella que ha sido planeada para obtener y mantener buenos resultados.
Pretendió nuestra política ignorar enfrentamientos históricos, y al hacerlo
dejó a Colombia en una mala situación en las relaciones que son relevantes para
el país.
La cercanía con
Chávez no era conveniente para el país desde muchas perspectivas. El Gobierno
venezolano ha sido cómplice y patrocinador de las Farc. Así lo acaba de volver
a señalar el informe del Departamento de Estado de EE.UU.: Venezuela es un
Gobierno tolerante con quienes se dedican al narcoterrorismo que asola a
Colombia. Se trata además de un Gobierno de tintes tiránicos, donde son
frecuentes las violaciones a los derechos de los ciudadanos y las restricciones
a la libertad de prensa. Respaldarlo era una fuerte afrenta a la oposición
amordazada y al pueblo maltratado. Más aún, la cercanía de Chávez con los
tiranos del mundo nos hace cómplices de los peores regímenes del planeta, pues
muchos son patrocinados con el petróleo que Chávez les provee. Todo ello
pareció a nuestro Gobierno poco significativo.
El mundo sabía que
el tema de Cuba surgiría en la Cumbre de las Américas, sin embargo los
colombianos no teníamos una estrategia. Ante la ausencia de decisión de nuestra
parte, y la aparente alianza que tenemos con Chávez y nuestros vecinos, ellos
aprovecharon para introducir el tema de Cuba y desafiar a los EE.UU. Quedamos
en medio del pulso entre el Alba y los EE.UU. Y pese a los esfuerzos por eludir
el asunto y los intentos por quedar bien con todos, Santos tuvo que tomar una
decisión. Optó por no invitar a Cuba (lo que aplaudimos) y tratar lo imposible:
que Cuba no se ofendiera con el hecho. Cuba no sólo quedó molesta, sino que
además descalificó a nuestro Gobierno postulándolo como un títere de los
gringos. Además rechazó categóricamente el ofrecimiento de Santos de que el
tema de Cuba fuera discutido en la Cumbre.
La segunda parte de
la tarea, que el Alba se haga presente en Cartagena, todavía queda pendiente.
Es probable que Chávez se ausente por motivos de salud. La respuesta dependerá
de Correa, un presidente que ya ha sido bastante grosero con nuestro país (en
su última visita dijo que las Farc no eran terroristas, y que en cambio el
Estado colombiano sí lo era). Además, Correa tiene nuevas más razones para
hacerle un desplante a Colombia; Roberto Pombo, director de El Tiempo, promovió
la publicación de los grandes diarios latinoamericanos la columna de opinión
censurada por el Mandatario ecuatoriano, movimiento que obligó a Correa a
‘perdonar’ a esos periodistas.
Pero ahí no para la
debacle; nuestra relación con los EE.UU., muestra síntomas de deterioro. Las
ayudas del Plan Colombia se redujeron. Se les advirtió a los turistas gringos
sobre el peligro de viajar a nuestro país, desaconsejándolo. El reporte del
Departamento de Estado nos calificó, otra vez, los más grandes proveedores de
cocaína hacia ese país, con más de 90% una cifra que históricamente venía
disminuyendo.
Como están las cosas
nos quedamos con el pecado y sin el género: amigos -pero no mucho- de los
gringos y tildados de marionetas del imperio. La Cumbre todavía está en entredicho,
pero la política exterior fracasó.
@PalomaValenciaL
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