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Metamorfosis de Santos


5 de abril de 2012 | OPINIÓN | Por: Ernesto Macías Tovar
Comenzando el año 2010 se produjo el retiro voluntario de varios colaboradores del Gobierno con el único fin de apoyar la candidatura "oficial" a la Presidencia; movidos por el notorio desvelo del presidente Álvaro Uribe quien no ocultaba su preocupación frente a una realidad evidente: el nombre de Juan Manuel Santos no despertaba simpatías.
Imposible olvidar aquellas horas de angustia cuando las encuestas mostraban al candidato “naranja” por debajo del “verde”.
Comenzó así el duro trabajo proselitista para convencer a las bases uribistas de respaldar una candidatura que no despegaba. Pero, la consigna “Santos representa la continuidad de las tesis de Uribe” fue creando confianza y sepultando la apatía.

Imposible olvidar aquellas horas de angustia cuando las encuestas mostraban al candidato “naranja” por debajo del “verde”. Y que la dirigencia regional se resistía a ‘catequizar’ al electorado para votar por “Santos Presidente”.

Además, el candidato oficialista era diezmado por los ataques de sus competidores -Vargas y Pardo- calificándolo de “padre de falsos positivos”; por columnistas -Juan Camilo Restrepo- tratándolo de mentiroso; por las voces de expresidentes -Gaviria, Samper y Pastrana- induciendo al electorado contra un “ingrato y conspirador”. Y por los epítetos de Chávez advirtiendo que la elección de Santos representaba ‘una amenaza para la región’.

Ante tal situación surgió la necesidad de aplicar una reingeniería a la campaña la cual consistió en darle un giro a la publicidad -de naranja a La U-. Y, sobre todo, un cambio del discurso. A partir de ahí “Juan Manuel” repetía continuamente el nombre de Uribe en sus intervenciones e insistía en el encargo solemne de continuar las políticas de seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social.

La estrategia, sin duda, funcionó y catapultó la candidatura. La categórica victoria electoral en la primera vuelta, a la cual Santos llegó solo con el apoyo del uribismo, era la respuesta al éxito de las políticas que habían producido el gran cambio en el país. Los ciudadanos acudimos a las urnas convencidos de elegir el legado de Uribe. Ese era el mandato popular.

Dos años después de aquella victoria contra todos aquellos, hay que hacer un gran esfuerzo para aceptar que el Presidente de hoy es el mismo candidato por el que votamos nueve millones de colombianos. Inadmisible pensar que los programas de gobierno en ejecución sean las propuestas derrotadas en las urnas. Casi imposible entender que aquellos quienes ayer lo señalaron con el dedo acusador de ser el autor de graves oprobios son los voceros de su gobierno. Muy difícil admitir que sus faros políticos sean los expresidentes que se la jugaron para impedir su llegada al poder. Insólito ver que aquel quien lo tildó de “amenaza para la región” sea su ‘nuevo mejor amigo’. Y, lo peor, para el ciudadano del común es inverosímil imaginar que quien fuera su mentor y autor de su llegada a la Presidencia sea el objetivo a perseguir del gobierno y el blanco de las infamias de sus funcionarios.

Si bien es cierto, según sus palabras, Santos vive erróneamente convencido que 'sólo los imbéciles no cambian de opinión cuando cambian las circunstancias', el cambio de candidato a presidente no le puede producir una metamorfosis tan drástica.


Twitter: @emaciastovar

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