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Dic 10 de 1948
Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Política en el congelador

  Aun con haber vivido mucho, nadie recordará una campaña para el Congreso más desteñida, melancólica, aburrida. Y una presidencial más gris y lamentable. No hay debate, no hay ideas, no hay un entusiasmo. Por supuesto que en la primera el voto preferente hace su parte. Porque los partidos, harto desdibujados como están, se limitan a ser montoneras donde cada número hace lo posible para sobresalir sobre el vecino. Y, por supuesto, para hundirlo.
Pero lo esencial del problema es que hace meses entró la Política en el congelador. La encrucijada del alma del candidato de la inmensa mayoría paralizó el pensamiento, detuvo la acción, arruinó la iniciativa, mató cualquier posibilidad de cambio.
Pero los problemas políticos no se congelaron. Al contrario, cuando nadie los afronta y los resuelve se multiplican diabólicamente. Que es, precisamente, en lo que estamos.
Con la Seguridad Democrática ya todos parecen estar de acuerdo. Lo que nadie dice es con cuál seguridad democrática. Porque las Fuerzas Militares perdieron su fe, su optimismo, su alegría. Cuando cualquier oficial sabe que de una victoria le nace un proceso, y muy probablemente una condena, se economiza la gloria. De eso, de la ruina de la Justicia Penal Militar, de la reducción a la mitad de los resultados operacionales y de la multiplicación de la violencia y del tráfico de drogas nadie habla. Como nadie pregunta por instrumentos de trabajo tan preciosos como la extinción de dominio, que se asfixió en los miasmas deletéreos de la Fiscalía. O como la erradicación de cultivos, que el año pasado fracasó por falta de plata.
La economía está en su peor nivel de muchos años. El Banco de la República no ha explicado cómo se le convirtió un aterrizaje suave en una tragedia. Ni cómo haremos para recuperar el ritmo del crecimiento del Producto y el Empleo. Ni cómo vencer la falacia de que tenemos la moneda más fuerte del mundo. Ni cómo recuperar el crédito y el dinero a tasas razonables de interés. Minucias.
De Agricultura, no se oye una palabra. De la del Brasil sí, que por convertirse en una potencia agrícola mundial hoy está tocando a las puertas de las grandes economías industriales. ¿Cuántos candidatos saben qué es la Altillanura, qué es la Mojana, qué potencial agrícola tiene Urabá, o el sur del Tolima, o el Patía, cuánta semilla produce una hectárea de soya y que se hace con ella? Pequeñeces. Detalles sin importancia. Cuando tenemos millones de hectáreas disponibles para biocombustibles, reforestación, caucho, cacao, soya y maíz, preferimos inventar otra farsa contra Agro Ingreso Seguro.
De la Justicia, solo sabemos que no funciona. Mientras tanto, mejor no recordar que las cortes fueron por años hermanas de un caballero de industria, un tal Ascensio Reyes, rodeado de narcotráfico por varios costados, y de un Giorgio Sale, confinado en una cárcel de Italia por mafioso. Y que los testigos se pagan como en las subastas, con la plata de todos, y que elevamos el resentimiento a regla y medida del Derecho.
En un país por construir, no se mencionan las grandes obras. Ni la manera de financiarlas y de atraer las mejores compañías internacionales de ingeniería, que un día desterramos a punta de leguleyadas.
Nadie ha dicho palabra sobre la Política Internacional. Acaso porque no se encuentra qué decir. Ni nos hemos preguntado quién dejó perder el TLC cuando lo tuvimos en las manos, ni qué hacer con el vecino que juega a tirano de un pueblo hermano, ni cómo entendernos con los grandes del mundo, ni cómo apostar al nuevo signo de la Historia, que es la Democracia Política con Libertad de Empresa.
Para nada de eso hay ganas ni tiempo. Pero la vida sigue su marcha. Y los problemas capitales de la Política también, aunque la mandemos al congelador.

Fernando Londoño Hoyos

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