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Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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El Cauca en llamas

14 de Julio de 2011 | OPINIÓN | Por: FERNANDO LONDOÑO HOYOS
En ese incendio ardemos todos.
    Nos da la impresión de que se olvida, o se menosprecia, la importancia geoestratégica del Cauca en la vida nacional. Y como resultado de ese olvido, o de ese menosprecio, no se entiende por qué se ha convertido en el corazón del nuevo conflicto colombiano. Relajados los resortes de la Seguridad Democrática y destruida la moral del Ejército por la obra implacable de fiscales y jueces enemigos, el narcotráfico ha emprendido esta cruzada de reivindicación de sus viejas ambiciones, utilizando el paisaje social y cultural del Cauca, que le viene de maravilla a sus propósitos.
    El Cauca penetra en el corazón geográfico del valle que lleva su nombre; el Cauca es dueño de buena parte de la vía que une a Colombia con el sur del continente; en el Cauca se ponen cita las tres cordilleras tutelares y por esas laderas empiezan a buscar el mar los grandes ríos del suroccidente; el Cauca está suficientemente cerca de Buenaventura y Tumaco para abastecerse y suficientemente lejos para manejar a sus anchas el ardiente cinturón de la costa llena de bosques, llena de estuarios, llena de buenos escondites y de fáciles salidas al mar. Y en el Cauca se dan cita valles ardientes, zonas templadas y probablemente la más arisca orografía colombiana. El Cauca lo tiene todo. Es cuestión de aprovecharlo.
    A esa condición natural se suma una circunstancia racial compleja, hábilmente utilizada con propósitos políticos. Los indígenas caucanos pregonan su independencia y exigen su libertad de costumbres, siempre en la medida de su interés. Porque no son tímidos exigiendo para su favor todos los desarrollos tecnológicos que no son de su invención y todas las prerrogativas de una democracia que apenas a medias comprenden y menos que a medias respetan. Y así, en un proceso continuado de peticiones y presiones, se han ido ganando una porción de las tierras caucanas que excede en mucho un tratamiento igualitario con los negros, los blancos y los mestizos con los que conviven.
    La frontera agrícola y pecuaria del Cauca se ha reducido dramáticamente en los últimos años. Eso significa empobrecimiento de una región cuya economía depende de la tierra. Y caldo de cultivo para el gran problema del Cauca, que es el narcotráfico. Ganancias inmensas y continuadas con poco esfuerzo es una propuesta interesante, que se acepta sin conciencia plena de sus contrapartidas, solo patentes cuando es demasiado tarde para enfrentarlas.
    El Cauca es uno de los grandes emporios cocaleros del país, tanto para la producción, como para el tráfico. Lo que equivale, por fuerza, a grupos violentos de todas las estirpes. Las Farc tienen en el Cauca lo mejor de su estructura. Pero que está expuesta a la forzada concurrencia de todos los grupos, asociados y enemigos, que llegan atraídos por los mismos alicientes.
    Esa es la mezcla explosiva que ha estallado en el departamento insignia de Colombia. Y para desactivarla contamos con muy poco. Un poder civil superado por los acontecimientos, unas Fuerzas Militares con muy escasa capacidad de reacción, una sociedad sin guías, una política sin jefes. En medio de ese caos, no asume el presidente Santos el liderazgo que hace falta.
    Limitar toda la acción oficial a la construcción de un nuevo batallón de alta montaña vale para poner de presente que no hay ideas sobre la magnitud del problema o que falta voluntad para enfrentarlo.
    Muy lejos de lo que hace la subversión. Ella sí comprende que el Cauca es su grande oportunidad. Y la aprovecha a fondo. No es por casualidad que las Farc han montado en esa tierra su gran campamento. Ni por casualidad que la izquierda dirige a la sombra esta tragedia.
    ¿De qué otro modo se explica que el hijo de Baltasar Garzón tenga allá montado su laboratorio experimental?

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