22 de enero
de 2012 | OPINIÓN | Por: Luis Guillermo Restrepo Satizabal
Aparecen los colombianos y colombianas por la paz con la perla: una tregua de 90 días dizque para “dar inicio a aproximaciones orientadas a diálogos y acuerdos humanitarios”.
Todo da a entender que a los
colombianos se nos vino encima, otra vez, el cuento de negociar con las Farc.
Al parecer, sólo la Divina Providencia podrá evitar que nos enfrasquemos en
otro de aquellos procesos que siempre fracasan, dejándonos llenos de frustraciones
y de mentiras.
La trayectoria de Juan Manuel Santos indica que él es especialista en
mensajes a Bolívar para que los entienda Santander. En el caso de la guerrilla,
desde su posesión dijo que la puerta del diálogo está cerrada pero que las
llaves no las ha botado al mar. Desde ahí no cesa el acoso por obligarnos a
aceptar esa fracasada estrategia de hablar con las Farc de igual a igual
mientras se rearma y fortalece.
Tras la muerte de ‘Alfonso Cano’ apareció la verborrea de su sucesor
‘Timochenko’. Empezó entonces el esfuerzo por mostrar un jefe ilustrado
especialista en citas con las cuales pretende ocultar su historia sangrienta. Y
no demoraron en aparecer quienes tratan de convencernos de las convicciones
democráticas del gacetillero. Fue cuando se inició el intento por convencernos
que había un mensaje de paz en la abundancia de mentiras. “Cómo será el cambio
que ha mandado tres cartas en un mes”, nos dijeron.
Y de pronto, ¡magia! Aparecen los colombianos y colombianas por la paz
con la perla: una tregua de 90 días dizque para “dar inicio a aproximaciones
orientadas a diálogos y acuerdos humanitarios”. Y anuncian buenas noticias.
Habrá liberaciones. O sea, las Farc dan muestras de su “indeclinable voluntad
de diálogo”. Le toca al Gobierno.
Sabedores del desgaste de doña Piedad, la mandaron a pasear por cuenta
de la paz. De pronto es el terrible Iván Cepeda o es el camarada Lozano del
Partido Comunista quienes avisan que vienen más liberaciones. Y dicen que a
cambio de nada, aunque insisten en igualar al Estado legítimo con las Farc,
vaya usted a saber por qué.
Es decir, empezó el show. Pero, esta vez, parece que tienen audiencia en
la Casa de Nariño, en donde repitieron el catálogo de requisitos. Y, cómo no,
el de la liberación de los secuestrados es el primero. ¿Quién se opone a esa
liberación? Nadie, empezando por las Farc, para cuyos cabecillas se
convirtieron en un encarte que masacran sin piedad.
Ahora las víctimas tienen una nueva utilidad porque su liberación es la
muestra que pide el presidente Santos. Mientras tanto, el Mandatario pone a su
Ministro de Defensa a decir que el compromiso en el combate a los bandidos es
“irrenunciable”. O sea, nada de negociaciones. El siguiente acto está a cargo
del expresidente Andrés Pastrana quien trata de convencer que lo del Caguán no
fue un fracaso y exige que los diálogos sean “en el exterior y en secreto”.
¿Acaso serán en Venezuela, como lo insinúa Chávez?
Así, el plato está servido. O mejor, lo están sirviendo pero por debajo
de la mesa. Y sólo falta que traigan un chamán como el que contrataron en
Bogotá para que con sus conjuros evitara un aguacero el día de la clausura del
Mundial de Fútbol Sub 20. En este caso, lo tendrán que usar para convencernos a
los colombianos que ahora sí se le puede creer al grupo que más atrocidades ha
cometido y al que más mentiras nos ha dicho.
Puede que a uno lo califiquen de ‘furiuribista’ por no estar de acuerdo
con lo que está sucediendo. Pero, como dijo el presidente Santos, “que no nos crean tan pendejos”.
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