24 de marzo de 2012 | COLUMNA | Por: Luis Guillermo Restrepo Satizabal
Santos cayó en la celada que tendió su avispado colega del Ecuador al enarbolar la bandera de la injusticia que se comete al no invitar al castrismo.
Rafael Correa despotrica
de la Cumbre y es incapaz de esconder su odio hacia nuestro país, prolongando
el suspenso sobre su asistencia.
Pobre la Cumbre de
las Américas. Para ayudar al Gobierno colombiano y evitar que la reunión de
mandatarios se concentre en la crítica al imperialismo y el anacrónico modelo
de relaciones en el Continente, Barack Obama sacó del cubilete la posibilidad
de discutir sobre las drogas ilícitas.
Fue el gran
salvavidas para el presidente Santos, encartado como está en la realización de
un evento que no le dejará nada útil. Y donde Cuba es ya la protagonista sin
estar presente, porque Chávez, Evo, Correa y Ortega aprovechan para exigir la
invitación al hermano de Fidel, quien nunca pensó en asistir. Así, Santos cayó
en la celada que tendió su avispado colega del Ecuador al enarbolar la bandera
de la injusticia que se comete al no invitar al castrismo, como si la culpa
fuera de Colombia.
“No es nada
personal, ni es contra Colombia”, dice Rafael Correa, mientras despotrica de la
Cumbre y es incapaz de esconder su odio hacia nuestro país, prolongando el
suspenso sobre su asistencia. “Voy pero no voy”, dice Evo, un día después de
aceptar en Bogotá el nombramiento que le hizo nuestro Gobierno como presidente
de una de las comisiones. Y Chávez dice un día sí y otro día no, fiel a su
estilo de alargar su protagonismo. Lo cierto es que ellos serán los primeros en
ir porque son los más interesados en usar el tinglado que se montará en
Cartagena.
Y como hay que hacer
algo que le ayude al Gobierno de Colombia a salvar la cara, Obama soltó el
irresistible salvavidas de las drogas. De pronto, sus voceros dicen que sí se
puede hablar de ello, después de que afirmaron que la política de Estados
Unidos seguía inamovible. Lo cierto es que la marihuana dará mucho de qué
hablar en la desvencijada Cumbre, pero nada saldrá de ahí, salvo una nube de
humo con la cual tratarán de evitar que el convite se concentre en Cuba.
Aclaro que el humo
que saldrá es el de la paja que se ha hablado en las últimas semanas y se
hablará por montones en Cartagena. Porque da para pensar que el presidente
Santos haya planteado la despenalización, o la regulación, o como quieran
llamar lo que están proponiendo hacer con la lucha antinarcóticos, para que
después el mismo Presidente declare que no liderará ningún cambio, que no se
trata de echar por la borda el sacrificio hecho por Colombia en los últimos
treinta años y que su interés al promover el debate es interpretar el
sentimiento latinoamericano.
O sea, nada de nada.
Para quienes no conocen cómo funcionan esas cumbres, hay que advertir que allí
no se discutirá nada porque todo estará discutido y aprobado con antelación. En
esas condiciones, Colombia deberá soportar otro mar de palabras sin soluciones
sobre el narcotráfico, su gran enemigo. Entonces, nada de formarse ilusiones
sobre un cambio de América frente al régimen castrista, o sobre una revolución
en el tratamiento a las drogas ilícitas, a los consumidores y a los
productores.
Nada de eso. Además
de las usuales insolencias de Chávez o las miradas de ira de Correa y lo
discursos antiyanquis de Evo, lo que se producirá en Cartagena será un desfile
de delegaciones gigantescas y costosas, unas fotos incómodas con abrazos y
felicitaciones de mentiras y una nueva frustración para el sueño imperial de
Bolívar de tener una América unida y solidaria.
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